jueves, 19 de febrero de 2009

Privacidad, ¿versión Beta?

“Quiero compartirlo todo, pero no con todos” dijo enojada Ana, una adolescente con 439 “amigos” en Facebook.

¿La razón?

Enterarse de que la red social más grande del mundo, Facebook (hace poco superó a MySpace), podría usar todo el contenido de los usuarios por siempre o incluso revenderlo una vez cerrada la cuenta.

Junto con Ana, decenas de miles de usuarios unidos en distintos grupos de redes sociales y blogs bombardearon con furia a Facebook, mostrando el poder de los nuevos ciudadanos virtuales.

En pocas horas, Facebook tuvo que dar marcha atrás en lo que aparentemente era una simple y burocrática actualización de su política de servicio (Terms of Service o TOS, en inglés). Mark Zuckerberg, el CEO de la empresa, intentó suavizar el tema con una explicación más técnica que jurídica, que no sirvió para callar las voces de protesta en esta hermosa anarquía cibernética llamada internet.

Resulta evidente que las compañías de redes sociales (en cualquiera de sus formas) deberán tener mucho más cuidado con las políticas sobre el uso del contenido de sus usuarios, sobre todo en la vertiginosa, interactiva y tribalmente conectada realidad online, no hay segundas oportunidades. Basta un pequeño error y el daño está hecho. Una percepción negativa puede ser la ruina de una gran idea como Facebook (aunque ésta se haya “inspirado” en otro proyecto de los compañeros de escuela del joven Zuckerberg).

En el ambiente 2.0, es tolerable la constante revisión y corrección de rumbo cuando se trata de productos y servicios. Facebook ya tuvo un par de fracasos como Newsfeed y Beacon, pero continuó adelante. Sin embargo, un traspié como el del registro es mucho más peligroso. Al aceptar las condiciones de un sitio uno no lo hace a medias o manifiesta su acuerdo con una versión beta en constante cambio.

Aparentemente los social media somos más revolucionarios y exigentes que la de los sumisos consumidores que no reaccionan frente a los banqueros responsables de cambiar, a su antojo, las reglas de juego de las tarjetas de crédito.

Irónicamente, Facebook probó su propia medicina. Debió ceder ante una iniciativa que creció en instantes como un alud, de la misma forma en que han tenido que hacerlo los blancos de las protestas que se han realizado a través de esa red social.

¿Qué me queda del caso de Ana vs Facebook? Que si no quieres que algo personal se haga público, mantenlo privado. La sola acción de traducirlo a pixeles y bytes lleva consigo el riesgo de que llegue a manos no deseadas.



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